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Red de mentiras

Hace unos días leía sobre la quiebra de Kodak; la empresa que hace unos años era puntera y líder en el sector fotográfico había fallecido, según todos los criterios, por no haber sabido adaptarse a los nuevos tiempos y haberse quedado anclada en la tecnología del carrete mientras el mundo avanzaba por los soportes digitales.

Al igual que para Kodak, el mundo está cambiando demasiado rápido para otras muchas grandes compañías que han ocupado hasta ahora un puesto dominante en determinados mercados; Internet ha conseguido hacer innecesario un sector que hasta ahora era imprescindible y, por ello ha generado mucho dinero y tiranías: la distribución de la propiedad intelectual. La inmediatez de la red y su soporte virtual, deja sin contenido a aquellos intermediarios que se encargaban de hacernos llegar el talento de escritores, músicos y, también, cineastas. Es innecesario comprar un CD, cuando cada vez menos usuarios recurren a ese soporte para escuchar su música, en unos años será de sibaritas el leer en papel, cuando puedes tener un sin fin de libros, sin apenas peso en tu bolsillo. Con el cine el asunto es algo distinto pues internet suple al consumo doméstico, pero no puede competir con la reproducción en pantalla grande, al menos por el momento, y es un medio que requiere una fuente de ingresos más preparada para hacerlo rentable.

Por ello el tema de las descargas se falsea cuando se plantea como una guerra entre creadores y consumidores; en caso de haber batalla, ésta es, en todo caso, entre distribuidores y consumidores. El autor, tiranizado por el poder de estas grandes distribuidoras que decidían sobre su talento y después se llevaban la mayor parte de los recursos por él generados, inexplicablemente parece ponerse de su tiranizador, en lugar de darse cuenta de las infinitas posibilidades que le ofrece el nuevo panorama.

Las distribuidoras de música y las editoriales (la industria cinematográfica presenta otras peculiaridades), quieran o no, están abocadas a la desaparición porque los avances tecnológicos han convertido su labor en insustancial y, por mucha presión y represión que ejerzan, nada si contenido alcanza demasiada vida. Por ello, mejor haría el creador en posicionarse ante la nueva realidad e intentar encontrar el modo de sacarle provecho (a poder ser un provecho más justo que el que recibía de las multinacionales del audiovisual) siendo consciente de que las únicas partes indispensables de este negocio son el creador y el público, en lugar de defender al que le oprimía porque también era el que le daba de comer con las migajas de su negocio.

Se abre una era ilusionante para cualquier creador, sin filtros que juzguen su trabajo, con recursos cada vez más asequibles para realzar su acto creador, en la que el único enemigo será encontrar el cauce de difusión adecuado entre muchos más productos audiovisuales. Es cierto que aún no hemos encontrado el modo justo de ordenar esta nueva situación, pero no lo encontraremos nunca si lo hacemos según patrones agotados.

Curiosamente, el cierre de Megaupload y la presumible oleada de nuevos cierres deja de manifiesto la inexorabilidad del cambio, porque cada vez que se ha cerrado un modo de acceso los informáticos han encontrado docenas de sistemas más sofisticados y efectivos y esta vez, probablemente sea así también.

De todos modos, no deja de ser inquietante la brecha abierta entre la concepción del ciudadano de lo que son sus libertades y la ejecución de los Estados con respecto a las mismas. Estemos atentos no sea que esa defensa de la propiedad intelectual se convierta en una tapadera para cerrar webs molestas y cercenar libertades. Cuando leemos la lista de páginas en contra de la ley SOPA que pretende aprobar Estados Unidos, no es difícil darse cuenta de que no se trata de descargas y que el creador no es el valor a defender, todo apunta a miras mucho más altas. Ojalá todos seamos capaces de descubrir esa red de mentiras en la que nos quieren enredar y consigamos mantener un internet libre convertido en una herramienta útil para creadores y usuarios.

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